El relato de nuestra vida es comparable al precioso y necesario trabajo de la edición de libros. Destacamos lo importante, corregimos errores, elegimos tipo de letra, distribuimos párrafos… A veces incluso inventamos a pesar de los derechos de autora. Y todo ello de manera insconciente, sin darnos mucha cuenta la mayoría de las veces. Y todo ello para dar coherencia y consistencia a un cuento que, incluso en la mentira, nos habla de verdades. Ese relato puede ser nuestro si vamos asumiendo nuestro propio protagonismo, si vamos dando menos margen a la edición de nuestra historia.
Desde aquí un homenaje a las editoras de textos increíblemente mágicos.
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