Identificamos, en mayor o menor medida dependiendo de la información que poseamos, la diversidad que nos rodea: animales, plantas, objetos, paisajes o personas. Nuestra conciencia «nos dice» de qué se trata y cómo podemos interactuar. De la misma manera hay una identificación personal: me reconozco en lo que pienso, siento, hago. Tengo un nombre, una edad, unas relaciones… Ese reconocimiento es lo que me da una identidad y, dependiendo del conocimiento que tengo de mí o de la flexibilidad a las diferentes experiencias que me encuentro, esa identidad se carga de significado. No nacemos con una identidad, sino que se va construyendo a medida que atravesamos las diferentes etapas del desarrollo, con especial importancia del crecimiento del cerebro y nuestra respuesta a la diversidad de nuestras vivencias.

Deja una respuesta