Todo transcurre en nuestras rutinas, en un día a día ordenado y sensiblemente equilibrado. Hay imprevistos y preocupaciones, pero vamos asimilándolos como podemos. Y en un instante esa balanza se descompensa: unas palabras, unas imágenes, un sentimiento o un pensamiento irrumpen con fuerza. La armonía desaparece. Hay un cambio de humor insistente, la amenaza de una relación rota, la incertidumbre económica o laboral, la agresividad soportada o mostrada, el duelo… Nuestra vida se vuelve distinta. Aquí cuentan las fortalezas, esa capacidad de seguir siendo nosotros ante la excepción, poder dar respuestas de afrontamiento.

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